Atrás quedan ya los días en los que el espacio en memoria de un ordenador era un problema. Bien pensando, quizá no fuera tanto inconveniente; sencillamente los programas y recursos se adaptaban a la memoria que era posible gestionar en aquellos tiempos. Hablo de los años en los que se popularizó el ordenador personal, allá por los 80. Era otra época.
El disquete o disco flexible (en inglés, floppy disk o diskette) era el medio de almacenamiento externo principal, que nos permitía llevar los programas y datos de un ordenador a otro. En el floppy disk de 1987 podíamos almacenar tan sólo 1,44 MB y esto suponía un problema cuando aquello que queríamos copiar ocupaba, por ejemplo, 50 veces más. Por un lado, suponía tan solo algo más de 50 MB, pero necesitábamos en cualquier caso 50 disquetes con el inconveniente añadido de tener que «partir» los datos en fragmentos de 1,44 MB. Largas esperas para copiar los datos, por no hablar del momento de leerlos. Uno detrás de otro, debíamos introducir cada disquete en orden, suplicando que no fallara ninguno.
Para tener un poco de perspectiva, si en la actualidad quisiéramos guardar Windows 8.1 en disquetes, necesitaríamos cientos de ellos. Instalar este sistema operativo en el ordenador nos llevaría una larga y aburrida tarde frente al ordenador, esperando a cambiar cada disco por el siguiente. Y no solo por el tiempo que tendríamos que invertir, sino por el riesgo de que uno de los disquetes contuviera algún error. Sobre todo si se trata del último disco… el 3711 de 3711.
Afortunadamente, se han desarrollado nuevos soportes: CD, DVD, pendrives, discos externos de gran capacidad, etc. Los tamaños de memoria de almacenamiento han evolucionado exponencialmente en todo este tiempo. Hemos pasado de las tarjetas perforadas de unos pocos bytes en los años 50, al almacenamiento ilimitado en la nube que ofrece Internet en la actualidad. En esta infografía podemos ver la evolución del almacenamiento informático en los últimos años.
Hace años, trabajar con archivos en un ordenador era más habitual que ahora. Uno se veía entonces casi obligado a conocer los aspectos más técnicos del sistema de archivos; y comprender las extensiones y calcular bien los tamaños era importante para manejarse con cierta soltura con el sistema operativo. Y aunque actualmente estos conceptos aparecen en los temarios de asignaturas como informática y tecnología, realmente no son esenciales para moverse con soltura en un entorno cada día más basado en la web, en el que el espacio no es un problema y el concepto de archivo no siempre está presente. En 2014 podemos abrir un navegador web y con apenas unos clics conseguimos llevar a cabo infinidad de tareas, con herramientas cada día más intuitivas, y en las que el “objeto archivo” en ocasiones ni lo percibimos. Por ejemplo, cuando accedemos a una página web, realmente estamos descargando varios archivos que contienen un código (HTML, entre otros) que nuestro navegador interpreta para mostrar correctamente la información.
Las nuevas aplicaciones web van por ese camino: abstraer al usuario de cualquier detalle técnico sobre las gestión de archivos. Todo es fácil e instantáneo. Sin embargo, todavía resulta inevitable hablar de “archivo” o “carpeta», como conceptos fundamentales de la organización de la información en un ordenador. Pensemos por ejemplo en servicios de sincronización de archivos, como Dropbox o Onedrive.
Las nuevas generaciones de nativos digitales comprenden sin mayor problema el concepto de “archivo”, pero no se sienten cómodos con ello. Quizá sea solamente una sensación, pero tareas como escribir una URL completa en un navegador, para obtener un archivo que se enlaza con una dirección de Internet, no resultan tan evidentes para un alumno que empieza «en serio» con la informática. Acciones como descargar un archivo y localizarlo en el sistema, es posible que a veces no sea tan inmediato. Tampoco hay que suponer que será fácil reconocer que un archivo está comprimido, que contiene otros y que al descomprimir se crea una carpeta con todos ellos. O que para realizar un envío de un proyecto compuesto por varios documentos e imágenes, es fundamental saber comprimirlos en único archivo, puesto que muchos sistemas de envío online aceptan un solo elemento.
Para exponer el proceso de «empaquetado» de archivos, he creado este pequeño esquema que puede ser también un buen punto de partida para explicar en clase la compresión de archivos, utilizada más bien para reunir los datos en un sólo objeto, que para comprimir y reducir el tamaño del archivo. El espacio ya no es problema.
Infografía | «Evolución del almacenamiento informático»
Documento | «Cómo empaquetar un proyecto para enviarlo en un solo archivo»
En Tiching | es.tiching.com/402873
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