En 1981, un joven Steve Jobs de apenas 25 años explicaba cómo el ordenador se concebía como una herramienta capaz de potenciar las habilidades intelectuales de las personas.
Desde esta perspectiva, destacaba la capacidad de la tecnología para ampliar y mejorar nuestras facultades cognitivas, lo que nos permitía alcanzar objetivos y abordar problemas de manera más efectiva. En aquel momento, Apple era una empresa con menos de cinco años de existencia, y Jobs aún no tenía la fama que posteriormente alcanzaría.
Probablemente no imaginaba el impresionante (y espeluznante en ocasiones) desarrollo de la inteligencia artificial que estamos presenciando recientemente, pero no iba desencaminado. Jobs destaca en la entrevista la capacidad del ser humano como fabricante de herramientas para amplificar una habilidad inherente que posee. Hablaba de ordenadores que podrían liberar a las personas para que pudieran hacer un trabajo mucho más creativo. Y creo que ese es precisamente el papel que está jugando la IA ahora mismo. Contamos con herramientas que nos pueden facilitar la vida y el trabajo, sobre todo en tareas mecánicas, aburridas y predecibles, y que nos permiten utilizar nuestro tiempo y nuestro cerebro para cuestiones mucho más creativas donde la IA, de momento, no llega o simplemente no conviene.
La analogía la podéis escuchar en la respuesta que da Steve Jobs al entrevistador cuando este le pregunta: «¿Qué tipo de persona necesitaría un ordenador personal hoy, del tipo que ofrece usted?».