En 1981, un joven Steve Jobs de apenas 25 años explicaba cómo el ordenador se concebía como una herramienta capaz de potenciar las habilidades intelectuales de las personas.
Desde esta perspectiva, destacaba la capacidad de la tecnología para ampliar y mejorar nuestras facultades cognitivas, lo que nos permitía alcanzar objetivos y abordar problemas de manera más efectiva. En aquel momento, Apple era una empresa con menos de cinco años de existencia, y Jobs aún no tenía la fama que posteriormente alcanzaría.
Probablemente no imaginaba el impresionante (y espeluznante en ocasiones) desarrollo de la inteligencia artificial que estamos presenciando recientemente, pero no iba desencaminado. Jobs destaca en la entrevista la capacidad del ser humano como fabricante de herramientas para amplificar una habilidad inherente que posee. Hablaba de ordenadores que podrían liberar a las personas para que pudieran hacer un trabajo mucho más creativo. Y creo que ese es precisamente el papel que está jugando la IA ahora mismo. Contamos con herramientas que nos pueden facilitar la vida y el trabajo, sobre todo en tareas mecánicas, aburridas y predecibles, y que nos permiten utilizar nuestro tiempo y nuestro cerebro para cuestiones mucho más creativas donde la IA, de momento, no llega o simplemente no conviene.
La analogía la podéis escuchar en la respuesta que da Steve Jobs al entrevistador cuando este le pregunta: «¿Qué tipo de persona necesitaría un ordenador personal hoy, del tipo que ofrece usted?».
La transcripción del vídeo en español:
Había un artículo en Scientific American a principios de los años 70 que comparaba la eficiencia de locomoción de varias especies en el planeta. En otras palabras, medían cuánta energía necesitaba un pájaro para ir de un punto A a un punto B en comparación con la energía que necesitaba un pez para recorrer la misma distancia, o una cabra, o una persona, y muchas otras cosas, y los clasificaban. Resultó que el cóndor, un solo cóndor, era el más eficiente, y el ser humano tenía un desempeño bastante decepcionante, ocupando aproximadamente una tercera posición abajo en la lista.
Pero alguien tuvo la perspicacia de probar la eficiencia del ser humano montando en bicicleta, y resultó que el ser humano montando en bicicleta era el doble de eficiente que el cóndor, quedando al final de la lista. Lo que realmente ilustra es la capacidad del ser humano como fabricante de herramientas para crear una herramienta que puede amplificar una habilidad inherente que posee, y eso es exactamente lo que creemos que estamos haciendo. Pensamos que básicamente estamos creando una bicicleta del siglo XXI, que puede amplificar una habilidad intelectual inherente que tiene el ser humano y realmente ocuparse de mucha monotonía para liberar a las personas para que hagan un trabajo mucho más creativo.
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